Bitácora - Semana 12

De cuerpos tatuados y otros escritos
Quien hoy día no considere, para bien o para mal, las posibilidades y flexibilidades materiales (e incluso inmateriales, trascendentes) de los cuerpos viviría en engaño. Es este un tiempo comenzado hace muchísimo ya; la era del cuerpo tatuado, del cuerpo perforado, del cuerpo tapiz de pared y del cuerpo pizarra. Se trata de una característica incontestablemente moderna: ya durante el Renacimiento, en pleno siglo xvi, se constituía una suerte de self fashoning, de autoconstrucción física y espiritual, de los sujetos (Greenblatt, 1980); ya a mediados del siglo xix, Balzac (2011), quien cantara elegías para la decadencia de la corporalidad burguesa, anunciaba que el cuerpo se configuraba en tanto que jeroglífico andante. Es más: existe tal enrarecimiento y mixtificación corporal en nuestro tiempo, producto de una acumulación vertiginosa de nuevos significantes y modelos, que el cuerpo ha llegado, literalmente, a ir más allá, hasta el punto de querer quedarse él mismo sin cuerpo:
Llegó el momento de preguntarnos si un cuerpo bípedo, que respira, con visión binocular y un cerebro de 1400 cm3 es una forma biológica adecuada. No puede con la cantidad, complejidad y calidad de las informaciones que acumuló: lo intimidan la precisión y la velocidad [ ... ] El cuerpo no es una estructura ni muy eficiente ni muy durable; con frecuencia funciona mal [... ] Hay que reproyectar a los seres humanos (Stelarc, como se citó en Sibilia, 2006, p.9).
A pesar de todo lo anterior, no suscribimos a una aceptación romantizada y acrítica de todos los cambios en todos los cuerpos, en nombre de la libertad personal y de los gustos propios. En esto diferimos de la línea de pensamiento de Peñaranda (como se citó en Mindalia Televisión, 2019), quien parece glorificar el tatuaje con términos de la new age, como “impresiones emocionales del inconsciente”. El advenimiento de la novedad y de los tiempos distintos no implica, necesariamente, una asimilación instantánea y acéfala de lo que venga y de lo que es. A modo de ejemplo: a alguien no le tienen por qué gustar los tatuajes si verdaderamente no le gustan, ni tampoco aprobar la práctica o a quien los tenga. Por el contrario, consideramos que es necesaria una actitud reflexiva, enmarcada en el diálogo, en la aceptación y en el respeto mutuo siempre; sobre todo: no en función de la nostalgia y de la falsa creencia de que “todo tiempo pasado fue mejor”, sino de la cohesión y de una ‘hermenéutica social’ donde todo pueda ser interpretado, pero no necesariamente deseado.
            A modo de ejemplo, quisiéramos utilizar la metáfora de la escritura para elucidar nuestro pensamiento. En los términos planteados anteriormente, consideraríamos, entonces, que la genialidad y la perturbación de las normas gramaticales y ortográficas debe ser reconocida como fenómeno existente —ora conscientemente en una obra de arte, ora en la inconsciencia y la espontaneidad del mensaje de WhatsApp—. No obstante, no puede ignorarse que existe un conjunto de reglas escriturales, sociales en todo caso, en las que se inserta un lenguaje y en donde la transaccionalidad y el entendimiento priman. Por lo anterior, las fallas ortográficas, como los tatuajes (como formas alternativas de escritura, al menos para nuestras sociedades), deben ser consideradas en su unicidad y en su particularidad: quizá no sea prudente escribir la respuesta de un examen en verso rimado y con libertad de puntuación, como quizá tampoco sea lo mejor entrar a un templo budista con una minifalda o unos shorts o un tatuaje que rece: “Odio a Buda”.
            Esta metáfora de la escritura y el cuerpo ha cobrado mucho vigor en las disciplinas semióticas, los campos de estudio psicológico y en las teorías literarias contemporáneas, y en su pro destacamos aportes como los de Calmels (2018); Paz (1997); Abad, Hernández y Martínez (2018).  De ahí que no sea descabellada ni forzada. Cada cuerpo —con sus tatuajes, sus marcas, sus cicatrices, sus configuraciones y disposiciones— se exhibe en el mundo, se expone a él, y, como toda buena obra de arte o escrito o fenómeno climático (¿te gusta más el día soleado o lluvioso?), debe estar dispuesto al abrazo o a la antipatía, siempre y cuando estas se inscriban en la lógica de la consideración y del reconocimiento y comprensión del otro. No se puede contener la naturaleza conflictiva del mundo ni forzar el amor o el idilio. Es decir: a nosotros pueden no gustarnos los piercings ni quienes los usan, pero nuestro disgusto debe referirse a una lógica de la convivencia que implica a los seres y a los espacios. Vivir y dejar vivir, sí; pero, sobre todo, considerando siempre los contextos y las situaciones.
            De aquí que el cuerpo foráneo o entintado, como cualquier texto, deba ser comprendido en el ámbito en el que se mueve. Si una mujer pide respetuosamente y dentro de los confines de su domicilio que un hombre cubra sus brazos tatuados, no existiría problema, al menos para nosotros; de hacerlo en un espacio público sería otra la respuesta. De igual manera, el maestro busca corregir escritos y obligarlos a la adherencia a la norma para su inserción en el contexto académico; se sobrepasaría si buscara que las publicaciones de Facebook, escritas el fin de semana durante una fiesta, fueran inmaculadas. Es este texto, tan lleno de ambigüedades y quizá contrario a sí mismo, nuestro intento de intermediar o interceder en busca de una solución armoniosa a la asunción de la diferencia y al respeto del otro. Como considera Cortina (como se citó en AprendemosJuntos, 2019), las opiniones se ganan el respeto: no podemos obligar a nadie a que le gusten los tatuajes o a las normas ortográficas. El acto de la escritura, como el tacto de los cuerpos, debe ser siempre cordial.   

Referencias
Abad, J., Hernández, D., & Martínez, V. (junio de 2018). Cuerpo de escritura: el lugar de la palabra. Atenea(517), 89-103. doi:10.4067/S0718-04622018000100089
AprendemosJuntos. (9 de octubre de 2019). Una lección de ética frente a la intolerancia. Adela Cortina, filósofa. Obtenido de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=ijTRSh7gEbA
Balzac, H. d. (2011). Tratado de la vida elegante. Madrid: Impedimenta.
Calmels, D. (2018). El cuerpo en la escritura. Madrid: Biblos.
Greenblatt, S. (1980). Renaissance Self-Fashioning: from More to Shakespeare. Chicago: University of Chicago Press.
Mindalia Televisión. (9 de julio de 2019). Tatuajes y Piercings: la energía en la piel, por Victoria Peñaranda. Obtenido de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=j8uplCGd2dY
Paz, O. (1997). El mono gramático. Barcelona: Planeta.
Sibilia, P. (2006a). El Hombre Postorgánico: cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales. Madrid: Fondo de Cultura Económica de España.

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