No erraríamos si
consideráramos a un texto como una suerte de tela o tejido que cortamos y
pulimos para hacer el vestido indicado, para la ocasión correcta. Es decir: si se
trata de un baile extravagante, requeriremos de unos leotardos muy flexibles; para
una velada romántica precisaremos, a lo mejor, de un vestido o de un esmoquin
de talle clásico. Y es con esta imagen, precisamente, que quisiéramos
introducir las normas APA (American Psychological Association): ellas nos
ofrecen la posibilidad de ajustar y estandarizar —entendamos, en nuestra
imagen, de embellecer y de acicalar— nuestros escritos a propósito de la función
que queramos que cumplan y de la naturaleza que ellos mismos ostentan —dependiendo
del tipo de tela y de la ocasión: confección integral y motivada de nuestro atavío—.
Y es que no podemos banalizar o trivializar el impacto y la necesidad de estas
normas; estas son algo más que simples requisitos que un profesor, afanado por
la homogenización de la escritura o por la reglamentación excesiva de los
textos, pide a sus estudiantes.
En
la unidad de la norma, hallaremos la mutua comprensión; en su tipificación, la
participación y cooperación colectivas no solo de estudiantes y profesores del
mundo colegial, sino también del ser humano en general. Esto para nosotros los comunicadores
sociales (o, en nuestro caso particular, para los literatos) es algo ineludible;
sobre todo teniendo en cuenta la realidad del ámbito académico de nuestros
días: “la comunidad científica, predominantemente de las ciencias sociales: Educación,
Pedagogía y Didáctica, Psicología, Lingüística, Psicolingüística, Sociología,
entre otras, ha mostrado un mayor interés por conocer y aplicar las normas que
propone [… la] Asociación de Psicología de Estados Unidos de América” (Marín, Morales, & Rincón, 2003, p. 344). En este
orden de ideas, la hechura de nuestro vestido de tela cobra otra dimensión: ya
no solo necesitaremos hacer el traje adecuado para vernos bien en la fiesta,
sino que sin vestido no habrá ni fiesta, ni baile ni nada. Al mundo académico ya
le son inherentes este tipo de reglas.
A propósito de las reglas: si bien el manual siempre estará a
nuestra disposición, en su totalidad y en su inmensidad, no podemos olvidar que
los manuales tienen, per se, una condición de inasibilidad e
inaccesibilidad, un metalenguaje que parece pertenecer exclusivamente a los
teóricos y académicos puristas. ¿No sería, pues, pertinente aprenderse de
memoria al menos lo esencial (aquellas reglas que nos permitan trabajar independientemente,
de vez en vez, sin necesidad de acudir al libro, como para aquellos pequeños
trabajos de bricolage)? ¿Poder coser una prenda, por más harapienta y
sencilla, un basic outfit multipropósito? Consideramos que en paralelo
al manual debe existir un conocimiento menmótecnico colectivo entre aquellos
que escriben: un mínimo común denominador de conocimientos de las normas APA al
alcance de nuestra mano. De ahí que de alguna manera podemos identificar una
serie de reglas esenciales del manual, de necesaria memorización —esto, sobre
todo, porque no toda memorización es negativa—.
Como los botones, los hilos y las agujas —sin duda los utensilios
más básicos para la confección—, hay unas estipulaciones básicas. Subrayamos, por
un lado, las siguientes: un título debe estar centrado y debe tener máximo doce
palabras (a modo de oración) y no puede tener abreviaturas; el nombre del autor
y sus apellidos no pueden variar de un documento a otro, y deben evitarse los
títulos honoríficos o profesionales; una nota de autor aclara los posibles
conflictos de intereses de quien escribe y da cuenta tanto de los
agradecimientos y las becas/apoyos financieros como de los datos de contacto
del autor… Por otro lado, podemos reconocer algunas otras características: un
resumen es el párrafo más importante del texto y tiene entre 150 y 250 palabras
(además de que siempre va acompañado de 5 a 7 palabras claves); la introducción
es el planteamiento del problema y no lleva encabezado; el método, los
resultados, los comentarios, los experimentos múltiples y el metaanálisis se
suceden para culminar, tras una cronología elemental estricta, con las
referencias.
Un
conocimiento primordial de todo lo anterior nos supone el molde o contorno de
nuestra pieza de tela, aquello que vamos a cortar. No obstante, debemos conocer
cómo los hilos se entrecruzan y forman el vestido. Teniendo en cuenta que el
manual de estilo de la APA no solo suscribe a un sistema de medición de la
distribución académica y de reconocimiento de los pares cimentado en las
citaciones textuales, se hace más que imperioso comprender, a cabalidad, las
maneras de referirnos a los trabajos de los demás —no solo documentales-textuales,
sino incluso a las películas, canciones, obras de arte pictórico o plástico…—.
De ahí que entendamos que existen citas directas cortas, citas directas largas,
citas parafraseadas específicas, citas parafraseadas generales y citas de citas;
pudiendo cada una de ellas tener un énfasis que hace el citador: en el autor,
en el contenido o en la fecha de publicación original del trabajo citado.
Conocer las citas no solo es conocer la unidad estructural de las normas APA —los
hilos— y aplicarlas de memoria, sino que implica una disciplina y una
rigurosidad muy estrictas.
Y
es esa, precisamente, la reflexión que quisiéramos dejar aquí consignada. Para
hacer un traje no solo se necesita conocer las instrucciones o la habilidad de
coser, es necesario también algo de memoria —al menos de lo básico: algo básico
que nos permita reaccionar en casos de emergencia o en momentos de urgencia— y
mucha seriedad y respeto transversal (es decir, tanto por los vestidos como por
quienes han hecho vestidos antes que nosotros). El manejo y sapiencia de las
normas APA funciona de manera similar: de nada sirve “saber escribir”, poseer
el (controvertible) don de la buena escritura, ni tener a nuestra diestra el
siniestro manual de las reglas, el “tocho” último de las millares de páginas;
es necesario conocer de memoria ciertos trucos o estrategias, ciertos elementos
primigenios, y establecer un método escrupuloso y detallista que nazca de la admiración,
o al menos del temor, por las normas APA. El objetivo último es quererlas como
al vestido que se quiere: disponer de ellas y que estén a nuestra talla, para
manejarlas cómodamente.
Referencias
Marín, E., Morales, O., & Rincón, A. (octubre-diciembre
de 2003). El manual de publicación "APA" al alcance de todos. EDUCERE(23),
343-352.
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