Bitácora - Semana 4

Uno de los mayores debates que puede tener lugar en cualquiera de las dimensiones que componen la vida humana —desde el arte hasta la decoración de interiores, de la arquitectura a la gastronomía y la cocina— es, ciertamente, el que se libra entre la tradición, la corrección y las usanzas estándares o clásicas, y la innovación, la genialidad creativa y los usos inusitados. Esta realidad abarca incluso aquellos momentos pequeños de nuestro cotidiano: “¿Me visto formal para la entrevista o muestro mis tatuajes y pongo en manifiesto el libre desarrollo de mi personalidad?”. El lenguaje, y sobre todo el acto de la escritura, no es la excepción. Sobre este ha habido ya muchas discusiones filosóficas, como la afamada querelle entre literatos-escritores clásicos y literatos-escritores modernos en el siglo xvii: los primeros (auspiciados, principalmente por el francés Nicolas Boileau-Despréaux) defendían la obediencia a los modelos grecolatinos, mientras que sus contrincantes (liderados por Charles Perrault) promulgaban la cesación de todo vínculo con Grecia y Roma.
Como bien afirma Rodríguez-Ponga (2012), la mayoría de los resultados de semejantes diatribas históricas (y consideramos que esto aplica también para el diario vivir) culmina con la victoria irremediable de lo moderno, de lo inusual, de lo novedoso. La cresta y el tatuaje sobre la corbata y los tacones. Parecen privilegiarse el quebrantamiento de la norma, el desmantelamiento del estilo y el “buen gusto”, el desprecio por lo que es más corriente y estandarizado; suele asociarse la “normalidad” con lo pétreo, con lo inmóvil y con lo vetusto. No obstante todo lo anterior, creemos fielmente en el famoso proverbio: “Para romper las reglas, primero hay que conocerlas bien”. Con respecto al lenguaje, tenemos varios consejos, normas y técnicas que, según nuestro criterio, no solo establecen los cimientos para la correcta y más aceptada y comprendida forma de escribir, sino que en ellos mismos pueden residir gérmenes de genialidad (y, por qué no, de lo que en inglés muy bien se denomina artistry) y, también, de su eventual torsión y desarticulación.
En otras palabras, quisiéramos plantear que solo el conocimiento adecuado del lenguaje nos posibilita tanto la comprensión del lenguaje mismo como su exploración, su deconstrucción y su potenciación polisémica. Amaestrar la lengua conduciría, a modo de premio personal y social, a la etapa por excelencia de la creatividad y de la invención en el dominio del español: el pensamiento metafórico. Según Geary (2009), el carácter de lo abigarrado que intentamos expresar por medio de una misma lengua (p. ej. “ideas, emociones, sentimientos, conceptos, pensamientos”) cobraría mayor sentido y estaría vinculado de una manera más poderosa a través de las metáforas. El relacionamiento sinestésico y la activación de las capacidades analógicas del pensamiento nos volverían no solo maestros de nuestro idioma, sino profesionales preparados, a nivel específico, para la escritura pulcra de textos, y a nivel global, para una toma de decisiones más interdisciplinar y la agitación suficiente de nuestras habilidades para la construcción de relaciones novísimas desde la lengua.
Esto fue lo que hicieron grandes conocedores de las lenguas como Stéphane Mallarmé o Arthur Rimbaud: reconocer cabalmente una semántica y una sintaxis apropiadas para luego poder jugar con ellas —al escondite, a la mímica, al “ponle la cola al burro”…—.  Es por esto que en el español y en sus diversos usos escriturales tenemos algunos elementos fundamentales que, de ser aprehendidos, pueden guiarnos al dominio metafórico. Sobre todo en el reino universitario, aquel que nos atañe más para la redacción de esta entrada. Resaltamos para esto, entonces, quehaceres (p. ej. búsquedas en bases de datos) que afianzan la autenticidad y la autoridad de nuestro punto epistemológico de enunciación; recursos como las bien llamadas reglas o normas APA (“General American Psychological Association Guidelines”) que favorecen el justo reconocimiento de las autorías históricas de las ideas y que normalizan la esquematización de publicaciones y documentos; y tipologías de documentos que propician la catalogación y la escritura misma.
Abordaremos, en primer lugar, la utilización de las bases de datos y de los catálogos digitales como Scopus, Google Scholar y el repositorio institucional de la Pontificia Universidad Javeriana. Nosotros quisiéramos mirar más allá de su utilización para encontrar artículos o papers por medio de palabras clave; de sus herramientas que posibilitan monitorear y medir valores o magnitudes importantes —como, por ejemplo, el índice-h, que, de acuerdo con Jannick (2008), sirve para alimentar esa tiranía cruel del factor de impacto, herencia del más violento positivismo, que tanto parece agobiar a nuestras universidades (y a cualquier institución) hoy día—; de su capacidad de albergar todas las tesis de una institución de educación superior; de su inmediatez a la hora de proveer citaciones apropiadas que los estudiantes no suelen querer hacer, sobre todo por desconocimiento. Y lo quisiéramos así, ya que sentimos que si bien todas esas funcionalidades mejoran y ennoblecen los procesos técnicos detrás de la concepción de un texto, esconden otras realidades.
Por un lado, ocultan la “tesificación” o “paperización” de la educación académica profesional; parecen crear enormes repositorios de miles de documentos que probablemente, salvo unos cuantos, jamás sean leídos. Se trata de una suerte de acaparamiento capitalista de bienes simbólicos, como el descrito por Bourdieu (1979). Por otro lado, sin embargo, fortalecen la creatividad y la libre asociación metafórica que implica citar y buscar textos; puede un tesista apoyar sus posiciones en infinidad de combinaciones que, de una forma u otra, reflejarán y cultivarán su interioridad —que le permitirán conocerse mejor a sí mismo, al igual que a sus lectores conocerlo—. Es esta mirada dialéctica, esta exploración doble o dualidad de los conceptos, con la que enfrentamos también la catalogación formal de los textos, en segundo lugar. Abordamos cada uno con sus respectivas características: el artículo científico o paper, el reporte de un estudio empírico, la reseña de literatura, los artículos teóricos, los artículos metodológicos, los estudios de caso, los informes breves, etc.
Conocer, entonces, dichas categorías textuales posibilita la identificación y el discernimiento de nuestra labor escritural (p. ej. saber que vamos a escribir un comentario sobre un artículo cuyo tema son “los robots”, y no un artículo teórico del mismo tema); entenderlas por completo, apropiarse de ellas, nos permitirá luego, casi metonímica y metafóricamente, combinarlas y revigorizarlas con préstamos de las otras (p. ej. incluir en nuestro comentario interrogantes abiertas que eventualmente resulten en la escritura de nuevos artículos teóricos). Lo mismo sucedería, en tercer lugar, con las reglas de citación de la APA: deben cohibirnos y coaccionarnos en un principio —más allá de nuestra pereza académica, obligarnos a revisar el manual y corregir nuestros parafraseos y nuestras citas largas—, para luego diversificar y autonomizar nuestro proceso de escritura. Hacernos libres en la regla, imaginar desde la corrección, para alcanzar la libertad de la metáfora. Lo anterior suscribe a la posición de Reyes Archila (2016), que establece que las normas APA “no son «imposiciones»”, sino “reglas que orientan [y] que guían” a sociedades complejas como la nuestra. Una complejidad que evoca, en últimas, la innovación nacida de la tradición.

Bibliografía
Bourdieu, P. (1979). Los Tres Estados del Capital Cultural. Sociológica(5), 11-17.
Geary, J. (Dirección). (2009). James Geary, hablando metafóricamente [Película]. Obtenido de https://www.ted.com/talks/james_geary_metaphorically_speaking/transcript?language=es#t-58448
Janick, J. (2008). The Tyranny of the Impact Factor. Chronica Horticulturae, 48(2), 3-4.
Reyes Archila, B. (12 de septiembre de 2016). El profesor que cuestiona el uso de las normas APA no ha indagado a profundidad. Obtenido de Las2Orillas: https://www.las2orillas.co/el-profesor-que-cuestiona-el-uso-de-las-normas-apa-no-ha-indagado-a-profundidad/
Rodríguez-Ponga, A. (14 de enero de 2012). Diderot, el enciclopedismo y La Querelle. Obtenido de ERSARP: http://www.ersarp.com/2012/01/diderot-el-enciclopedismo-y-la-querelle.html

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