Aún recuerdo muy
bien dos fechas de mi vida, una de mi infancia y otra de mi adolescencia, sobre
las que mucho se habló y en las que mucho se dijo, pero nada pasó. Dos fechas que
vistas hoy con mirada retrospectiva fueron (demasiado) insignificantes, aunque
en su momento tuvieron, y no solo para mí, una gran importancia. Se trata, por
supuesto, de los días 6 de junio del año 2006 y 21 de diciembre del año 2012.
De las tantas veces en que el mundo, a lo largo de la historia, ha amagado su
final trágico y catastrófico, estas dos fueron aquellas que me tocó vivir a mí
en una edad de angustia constante. Tanto los noticieros y las publicaciones
periódicas del país como los amigos y la familia creyeron, confesa o secretamente,
que el número de la bestia (666) o el cumplimiento maya de los ciclos
terminarían todo ese día; se hicieron especiales en la tele, se rumoreó mucho
es los jardines durante el recreo… En fin: cundió el pánico en la ciudad, y los
dos días iniciaron con tanta normalidad como acabaron.
La atmósfera de confusión, alarma y
sensibilidad que caracterizaron lo sucedido en ambas ocasiones fue tan
impactante —y, debo admitir, que, a pesar de ser niño, ilustraron también mi
forma temerosa de proceder y de pensar en esa época— que cualquiera habría
creído que se trataba de cataclismos reales o de verdades más que confirmadas. Esta
reminiscencia debería invitarme, sin duda, a pensar que los tiempos han
cambiado verdaderamente, que en 13 o 7 años logramos evidenciar que hemos
pasado a un estadio superior de las condiciones de nuestra información y de la
manera en que nos informamos. No obstante, y muy a mi pesar, esa no fue la
razón de tal evocación. Por el contrario, aún nos pasa y cada vez con mayor
frecuencia y extrañeza: la tasa de misinformation y noticias falsas está
subiendo en la mayoría de las redes sociales y sitios de contenido misceláneo
(Allcott, Gentzkow & Yu, 2018), las fake news y la posverdad se despliegan
como realidades y, a la vez, como tropos retóricos y justificaciones ininteligibles
a las problemáticas mundiales.
Así
lo afirma Kaiser (2019), cuando dice que vivimos irremediablemente en la época
de la posverdad: esa de los relatos que se sienten como verdaderos,
pero que no lo son; estos no cumplen inherentemente ninguna función predilecta,
pero, eso sí, pueden ser y son instrumentalizados por aquellos en el poder o
quienes quieran moldear el consenso de la sociedad bajo la égida de tal o cual
aparato ideológico. Se trataría, según afirma el documental de Carré (2017), de
un mundo donde las políticas capitalistas-mercantilistas y el extremo neoliberalismo
publicitario han degenerado en demasía a la labor periodística —los tiempos de
redacción y cavilación de las noticias son más cortos, la competencia mordaz
entre centros noticiosos (“Cada capitalista mata a muchos otros”, dijo Marx, 1979,
p. 408) hace del periodismo una guerra por la exclusividad…—, hasta que,
sumado a los intereses maliciosos de terceros y a la convivencia indiscriminada
de informaciones de toda índole en redes sociales, el mismo orden de la verdad
ha sido alterado.
Se
trata de que la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez anunciara la aparente y aún
irrealizada muerte de un expresidente —llegando a suscitar no solo una oleada
de manifestaciones de solidaridad, sino realmente casi que “confeccionando” su
eventual deceso algunas horas más tarde— (El Tiempo, 2018); es cuestión de que
el alcalde de Pajarito (Boyacá), tergiversando unos acontecimientos menores
sucedidos en un colegio, haya decretado el toque de queda en el pueblo en
función de una supuesta invocación masiva de espíritus malignos vía WhatsApp
(Semana, 2018a); es, entre otras, el que el dirigente político de la Colombia
Humana, Gustavo Petro, haya esparcido, sin verificación previa, la imagen de un
actor pornográfico español como si fuera la de un joven y emprendedor boyacense que representaría al
país en una competencia mundial de física (Semana, 2018b). A propósito de todas
estas historias tan extravagantes del palmarés nacional, suscribimos a la idea
de que algo a gran escala está sucediendo en el mundo entero. Pero aquí con
especial hincapié.
A
pesar de todo, Chomsky (como se citó en Carré) advierte con esperanza que “la
verdad sí existe y [que] debemos encontrarla”. Quizá sea eso posible en otro
país, pero no aquí. No creemos que Colombia se haya sumido en el tiempo de la
posverdad de manera reciente ni coyuntural; en toda honestidad
pensamos que en nuestro país nunca ha pervivido una aspiración a algún tipo de verdad
sincera. Marta Lucía, Petro y el alcalde del Pajarito son lo que menos nos
inquieta. Consideramos que en nuestro país no se necesitó conocer las burbujas
de filtros para aislarnos en aquello que queremos escuchar o en nuestras
posturas exclusivas; ya de eso se ha encargado el aniquilamiento mutuo del otro
en el país desde hace más de un siglo (pensemos, por ejemplo, en los líderes sociales,
o en los conflictos entre Chulavitas y Pájaros a mediados del siglo pasado. Tampoco
fue necesario que se popularizara el concepto de posverdad para que
tantas personas (sobre todo los poderosos) rechacen sistemáticamente los
esfuerzos por tratar de esclarecer la verdadera naturaleza del conflicto.
Le
apostamos, más bien, a que Colombia encontró en la época de la posverdad
su tiempo más apropiado, su estación más acomodaticia, su primavera. Basta solo
con ver los debates de los actuales candidatos a la Alcaldía Mayor de Bogotá:
¡cada uno maneja sus propias cifras, se pueden decir miles de cosas diferentes
sobre un mismo tema! No obstante, para trazar un recorrido de mayor antigüedad e
historicidad de estos comportamientos en nuestro país, invitaríamos a
cualquiera a conocer uno de los mayores portarretratos de la nación: el cuento Algo
muy grave va a suceder en este pueblo, de Gabriel García Márquez —alguien
que, dicho sea de paso, tuvo que abandonar el país por persecución política— . En
él, una noticia falsa comienza con aquello de lo que los colombianos nos
ufanamos: nuestras corazonadas. Como con la posverdad, “pseudoacontecimientos”
alimentados del fervor y de la emoción pública, un rumor de una anciana termina
causando, sin ninguna explicación lógica y debido a una cadena de teléfono
roto, el incendio de un pueblo (Arcadia, 2018).
He
ahí un documento que constata nuestra identidad como país. Si bien la
problemática de las fake news y los medios alternativos y la posverdad
pertenecen, sin duda alguna, al orden mundial moderno, sería ingenuo no
considerar nuestra herencia nacional como incubadora propicia para dichas
configuraciones de la vida humana. De nada servirá que se revise el uso de las
redes sociales o que se monitoree la correspondencia discurso-ejecución de los
políticos y sus equipos de prensa. Consideramos, a ciencia cierta, que en el
caso de Colombia hace falta algo de mayor trascendencia: una completa revisión
histórica y autorreflexiva que posibiliten desarticular aquellas identidades
nacionales (p. ej. “El vivo vive del bobo”, “El que se va para Barranquilla
pierde su silla”, etc.) que, como enfermedades autoinmunes, tanto daño le hacen
al cuerpo que las alberga y las auspicia. Quizá algún día logremos por fin que
nada grave ocurra en este pueblo.
Bibliografía
Allcott, H., Gentzkow, M., & Yu,
C. (octubre de 2018). Trends in the Diffusion of Misinformation on Social
Media. Stanford Magazine, 1-13. Obtenido de
https://web.stanford.edu/~gentzkow/research/fake-news-trends.pdf
Carré, H. (Dirección). (2017). En la era de la posverdad
[Película]. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=Iey3kDNhGHQ&t=3146s
El Tiempo. (7 de diciembre de 2018). Fuentes médicas y
familiares desmienten muerte de Belisario Betancur. El Tiempo. Obtenido
de
https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/martha-lucia-ramirez-confundio-muerte-de-belisario-betancur-302452
García Márquez, G. (9 de noviembre de 2018). Algo muy
grave va a suceder en este pueblo. Obtenido de Arcadia:
https://www.revistaarcadia.com/libros/articulo/algo-muy-grave-va-a-suceder-en-este-pueblo-un-cuento-de-gabriel-garcia-marquez/71856
Kaiser, A. (22 de mayo de 2019). ¿Qué es la posverdad? (F. p.
Progreso, Entrevistador) Obtenido de
https://www.youtube.com/watch?v=bYz4TXbCvG8
Marx, K. El Capital. (1979). Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
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Semana. (9 de enero de 2018). Petro se toma con humor su
confusión de un actor porno con un campeón de física cuántica. Semana.
Obtenido de https://www.semana.com/nacion/articulo/petro-confunde--actor-porno-con-campeon-de-fisica-cuantica/581685
Semana. (24 de noviembre de 2018). Un chisme: Lo que se
esconde tras la historia del toque de queda por supuestos espíritus malignos en
Boyacá. Semana. Obtenido de https://www.semana.com/nacion/articulo/verdadera-historia-del-toque-de-queda-por-espiritus-malignos-en-pajarito-boyaca/592087
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