El
martes 16 de julio, a las 4 p.m., comenzó nuestro curso de Información y
Documentación, en el salón -108 del edificio Fernando Barón. Este será
impartido por el profesor Juan Sebastián Cobos, egresado de nuestra misma
facultad, a los veinte estudiantes que inscribimos la materia. Luego de que
comenzara el curso, los estudiantes procedimos a presentarnos; el grupo parece
estar conformado solo por alumnos de semestres avanzados. En mi caso, curso
noveno semestre de mi doble programa de Comunicación Social y de los Estudios
Literarios, en ambas carreras con énfasis en Gestión Editorial y Multimedial. De
las presentaciones personales recuerdo vívidamente algunos detalles curiosos:
se hizo un chiste porque J. Miguel Ariza dijo que tomaba (…y luego de una larga
pausa) fotos, una estudiante nos contó que colecciona perros salchicha, otra
compañera indicó que utiliza joyería en su rostro sin ninguna motivación
espiritual y yo conté que tengo un peluche de la Pantera Rosa en la sala de mi
apartamento.
Más adelante, el profesor nos relató
brevemente cómo se abordaría la asignatura y cuáles serían los contenidos que
en ella trataríamos. Debo admitir que lo que más me emociona de la clase es el
tema de las reglas de citación de APA, esto debido a que puede complementar el
conocimiento que ya tengo y fortalecer mis procesos de corrección de estilo —frente
a este tema, con particular importancia para la revisión ortotipográfica de
textos académicos, las tesis de grado e, incluso, trabajos sometidos al Centro
de Escritura de la universidad—. ¡Ojalá pudiéramos estudiar también otros
sistemas de citación con los que no estemos tan familiarizados, como MLA o
Chicago o Turabian o IEEE! A propósito de todo esto, y como bien comenté
durante mi presentación personal, durante las vacaciones comencé oficialmente
mi labor de corrector de estilo con una agencia de pedagogía infantil, y debo
admitir que el tema me apasiona desde que soy niño. Con mayor precisión:
siempre he tenido una proclividad marcada por la ortografía y las normas gramaticales
de nuestro idioma.
Continuemos con el relato. El
profesor decidió mostrarnos entonces una presentación en Prezi, donde
articulaba los ejes que estructuran la materia y donde estipulaba, por ejemplo,
los porcentajes de las calificaciones del curso. Él me pidió que recuerde, y él
no sabe que yo recuerdo: si no falto a ninguna clase, saco cinco en el cuarenta
porciento del curso. Ciertamente no lo olvidaré. En la presentación, el
profesor habló también acerca del “Cono del Aprendizaje”, de Edgar Dale, una
teoría pedagógica que establece ciertos parámetros para retener mejor la
información, y en los que el profesor basa sus estrategias académicas. El
diagrama enseña que existen unas modalidades activa y pasiva de recepción de la
información, y que algunos porcentajes determinados de recordación corresponden
a actividades específicas (p. ej. que luego de dos semanas recordamos el 10% de
lo que leemos, el 20% de lo que oímos, el 30% de lo que vemos, etc.). A
propósito de esto, el profesor indicó que quisiera que siempre estemos ocupados
con alguna actividad.
Posteriormente, fueron establecidas
algunas reglas de clase: la puntualidad —la clase comenzará a las 4:08 p.m.—,
la asistencia obligatoria a todos los cursos, etc. A modo de tarea/trabajo, el
profesor dejó dos lecturas a realizar: Competencia informacional y brecha
digital: preguntas y problemas emergentes derivados de investigación, de
Gloria Patricia Marciales Vivas, y Desarrollos recientes sobre Habilidades
Digitales y Comprensión Lectora en Entornos Digitales, de Debora Burin,
Yamila Coccimiglio, Federico González y Jhon Bulla. La primera lectura
problematiza el concepto de ‘brecha digital’, desvinculándolo del manejo de las
tecnologías per se y aunándolo a competencias cognitivas, y analiza los manejos
de la información por parte de los estudiantes en formatos impresos y
digitales. La segunda lectura pone en cuestión el término ‘nativos digitales’ y
el aparente dominio tecnológico que tendrían de los aparatos; en contraste,
privilegia una visión donde la alfabetización y las habilidades digitales
cobran mayor importancia.
Finalmente,
el profesor señaló que los cursos del martes y jueves de cuatro a seis suelen
ser más productivos y que, por lo tanto, esperaba mucho del curso. En esa clave
llegamos a la clase la siguiente sesión; esta vez, en el salón -202 del
edificio Fernando Barón. El curso comenzó con una breve relación de lo que
habíamos visto/hecho la clase pasada y se continuó con un tema para el que nos
hicimos en parejas: la netiqueta. Jamás había escuchado ese término y,
aunque creo que la mayoría de nosotros ya teníamos interiorizadas muchas de las
pautas de la misma, no conocía que existían reglamentos determinados para la
aplicación en entornos digitales. Supongo que representa una transición
necesaria y obvia para el mundo de las relaciones públicas y la etiqueta
social, dado que ahora la mayoría de vínculos y conversaciones interpersonales
tienen lugar a través de redes sociales o servicios de mensajería instantánea o
interfaces de comunicación interna. Cada pareja debió, entonces, elegir alguna
de las reglas de la netiqueta y compartirla con la clase.
Las
reglas analizadas fueron las siguientes: Excuse los errores de otros y comprenda
los errores de los demás igual que usted espera que los demás comprendan los
suyos; Evite el SPAM; No se apropie del trabajo de otros; Utilice buena
redacción y gramática para redactar sus correos, sea claro y coherente con la
información que transmite para que esta no sea distorsionada; sea sencillo,
agradable, educado y evite utilizar lenguaje ofensivo porque puede molestar a
alguien; Comparta sus conocimientos con la comunidad; Recuerde lo humano y
tenga buena educación; Respete la privacidad de los demás, y No abuse de
su poder o de las ventajas que pueda usted tener. Si bien considero que la
mayoría de estas reglas no son sino calcos de un ambiente formal del cotidiano
con extraños, recalco que, aunque obvias y aparentemente sencillas, es
necesario conocer estas reglas, en vista de la cantidad de usos indebidos y
experiencias negativas y hostiles que han tenido lugar en la red. Sobre todo,
cuando esta se presenta fantasmagórica: nos hace olvidar que hay hombres
detrás.
Por
último, y a propósito de aquello que las reglas quisieran evitar, vimos el
documental Víctimas de Facebook, donde vimos casos de gente que terminó
pagando consecuencias dramáticas por usos indebidos de Facebook, fruto del
olvido o la rabia u otras conductas. Por ejemplo, un hombre que terminó vetado de
un aeropuerto por una falsa amenaza de bomba o una niña que iba a hacer una
fiesta y creó una página de evento para ello, que hizo que terminara yendo casi
que toda la ciudad a la fiesta. En lo personal, nunca he sufrido algún suceso
como ese con lo poco que llevo usando Facebook; fui reacio a abrir una cuenta,
pero en el año 2018 comprendí que para participar de ciertos aspectos
laborales, académicos e incluso de ciudadanía debía tener una cuenta. El
profesor nos pidió que termináramos el documental en casa, que escribiéramos
esta primera bitácora y que completáramos las otras lecturas y audio/video que
faltaban para llenar un cuestionario. Al momento de escribir, debo aún terminar
de hacerlas para poder responder las preguntas.
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